jueves, 31 de marzo de 2011

Una anécdota entre muchas

Son tantas las charlas que imparto sobre formación a padres y estilos educativos que puedo decir que tengo anécdotas para escribir un libro y muchas veces he pensado en redactar dichas historias para no olvidar lo didácticas que pueden llegar a ser.
En una de las sesiones que doy para el programa Comprende y educa que organiza Diputación de Huelva, estaba hablando sobre la manera que tienen los niños de llamar la atención, cuando de pronto una madre me interrumpió y me soltó la siguiente anécdota que le paso con sus hijos de 5 y 2 años de edad:

Venían los tres de Sevilla, la madre conducía y sus hijos estaban sentados en sus sillitas de la parte trasera del coche. Durante el trayecto, realizaron una parada en una gasolinera, donde hay una pequeña tienda de chucherías y juguetes baratos. El niño de dos años empezó a llorar pidiendo repetidamente algo llamativo que había visto en una de sus estanterías. La madre ignoró completamente sus demandas y después de un tiempo el niño se calló. Mientras ocurría este episodio su hermana de 5 años observaba en la retaguardia.

Cuando se montaron en el coche de nuevo, la niña miro a su hermano y entre dientes le dijo: hermano, ¿sabes por qué mamá no te ha comprado la chuche...?- el hermano abrió los ojos y escuchó atento a su hermana que se autocontestó: PORQUE HAS LLORADO MUY POCO...

Está claro que los niños, pequeños y dependientes de sus padres, aprenden con una celeridad pasmosa. Y si creemos que somos nosotros quien mejor los conoce, nos sorprendería saber hasta donde nos conocen ellos. La atención es la que moldea la conducta de un niño, y es lo primero que un niño aprende a obtener.

Atender a las cosas que verdaderamente son importantes y adecuadas a cada etapa de la vida

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