lunes, 20 de diciembre de 2010

Artículo en el boletín del Grupo Joven de La Hermandad del Rocío de La Palma del Condado

A raiz de la publicación del artículo que escribí hace un par de meses para la edición del boletín del grupo joven de La Palma del Condado, os entrego este trocito de mi en una de las aventuras más bonitas y solidarias que he realizado.


Convivencia solidaria e inolvidable

La vida sorprende y esta afirmación es por lo que me entrego a mi trabajo como me entrego, sin miedos y sin barreras, sin muros y sin complejos.

En Mayo del 2010 recibí una invitación a una de las reuniones del grupo joven de la Hermandad del Rocío para orientarles sobre un campamento que querían realizar para niños con dificultades económicas y sociales. Y la invitación se convirtió en el deseo de que yo participara activamente en el proyecto. Las personas que me conocen saben mi dificultad en decir que NO y sobretodo ante un proyecto social como este. Así que nos fuimos reuniendo una vez a la semana en el mes de Mayo. El esfuerzo de los jóvenes por ir a las reuniones en un mes tan señalado y el interés mostrado por todos me contagió para que el proyecto fuera inolvidable.

Fue así.

Partimos un viernes hacia la Casa Hermandad de La Palma en la aldea del Rocío donde iba a transcurrir todo el campamento. Fueron 15 niños de diferentes edades que no conocíamos y que llegaron con sus maletitas, sus mochilas, sus medicamentos y sus caras de miedo por separarse de sus padres.
Personalmente y ahora que ha pasado todo, reconozco que tenía miedo y creo que como yo los cinco responsables directos que íbamos de la actividad. Ese miedo por supuesto nos hizo ser mejores y confiar más el uno en el otro.
La convivencia se desarrolló en medio de un excelente clima, tanto de los monitores como de los niños. El primer día existía cierto respeto, vergüenza y timidez, el segundo día creció la confianza, el respeto y el disfrute. Y el tercer día, solo 48 horas después de habernos conocido apareció el cariño, el aprecio y las lágrimas.  
Hubo especiales momentos de ternura con ciertos niños que tenían dificultades de integración y que acabaron abrazados a sus monitores. En concreto uno de los monitores  y el niño que tenía a cargo nos hicieron llorar de emoción el último día ya que la dedicación mostrada por el joven hacía el niño fue incondicional, llena de paciencia y de cariño. El niño a su vez, tímido y retraído acabo llorando y devolviéndole todo el cariño recibido en esos dos días.
Pero este, quizá sea el caso que mas recordemos por lo emotivo, pero si miro a cada uno de los monitores se me viene a la cabeza momentos idénticos a los antes narrados.

El último día fue un día duro. Nos tuvimos que despedir y volver a la realidad. Y las emociones salieron a flote. Todos acabamos llorando. No por tristeza o por miedo, sino por emoción. Vivimos en armonía durante tres días e hicimos felices a unos niños que se entregaron a cada actividad que hacíamos, con lo que reforzaba aún más nuestro trabajo previo. Nos sentíamos como una gran familia, resguardados por el manto de Nuestra Virgen del Rocío, a la cual los niños respetaron y veneraron  en todos los actos a los que fuimos.

Sé que estos niños no olvidarán en su vida esos tres días del 2010, pero no me equivoco si afirmo que los 25 monitores que íbamos tampoco. Nos aportaron más a nosotros que nosotros a ellos. Nos dieron una lección de amor y comportamiento. Nos hicieron ser por tres días mejores personas.

Gracias a Santiago, nuestro cocinero y apoyo incondicional de todos, que era el primero que se levantaba para que todo estuviera preparado
Gracias a Maribel que sin ella no se hubiera podido realizar esta convivencia, gracias por su empeño, solidaridad y sus incansables ganas de llevarlo a cabo.
Gracias a Raquel, mi gran apoyo esos días, gracias por su entrega, su amor a los niños y su capacidad de hacer que todos estemos bien.
Gracias  a Rafael, por su inmensa bondad y dedicación a los demás. Por su ayuda tan imprescindible en esta convivencia. Gracias por acercar a las niños más a Dios.
Gracias a todos y cada uno de los monitores del Grupo Joven de la Hermandad del Rocío. Han demostrado que juventud, preparación y solidaridad pueden coexistir y que gracias a ellos todo esto ha sido posible. Gracias por su entrega y dedicación hacía los niños y por llevar a cabo todas mis sugerencias con respeto y cariño. El futuro de la Hermanad está asegurado en estos jóvenes.
Gracias  a todas esas personas y empresas que con su pequeña aportación, bien económica o material, han podido hacer realidad este proyecto. Se agradece que en los tiempos que corren exista la solidaridad. Les aseguro que fue tan bien empleado que ninguno de esos niños olvidarán ese fin de semana.

Gracias a la vida por sorprenderme. Por hacerme ver las cosas simples. Por ponerme en mi camino este tipo de personas.

Gracias

Mónica Dorado


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